Díme cuánto mientes y te diré quién eres. Mi blog se está convirtiendo en una especie de memorial de agravios, y vive dios que no me está gustando nada. Yo que me metí en esta aventura de la agencia de corresponsales para pasármelo bien, estoy acabando entre mafiosillos, mentirosos, tramposos y morosos. No soporto la mentira, con o sin sexo (y cintas de vídeo)… Mentir me parece repugnante, aunque muchas culturas (empezando por la mía) la consideren parte del patrimonio de la Humanidad y mentir se haya convertido en deporte nacional. Cuando alguien me miente por una nimiedad, todas mis alertas saltan: puede molestarme el mal aliento, el sobaco sin ducha diaria, incluso el tabaco y hasta que me levanten una chica guapa; pero la mentira… NEIN, DANKE!